(El neoliberalismo como rompecabezas:
la inútil unidad mundial que fragmenta y destruye naciones.)
la inútil unidad mundial que fragmenta y destruye naciones.)
1. Pieza 1: La concentración de la riqueza y la
distribución de la pobreza
2. Pieza 2: La globalización de la explotación
3. Pieza 3: Migración, la pesadilla errante
4. Pieza 4: Mundialización financiera y globalización de
la corrupción y el crimen
5. Pieza 5: ¿La legítima violencia de un poder ilegítimo?
6. Pieza 6: La Megapolítica y los enanos
7. Pieza 7: Las bolsas de resistencia
"La
guerra es un asunto de importancia vital para el Estado, es la provincia de
la vida y de la muerte, el camino que lleva a la supervivencia o a la
aniquilación. Es indispensable estudiarla a fondo".
El Arte de la Guerra. Sun Tzu.
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La globalización moderna, el
neoliberalismo como sistema mundial, debe entenderse como una nueva guerra de
conquista de territorios.
El fin de la III Guerra Mundial o
"Guerra Fría" no significa que el mundo haya superado la bipolaridad
y se encuentre estable bajo la hegemonía del triunfador. Al terminar esta
guerra hubo, sin lugar a dudas, un vencido (el campo socialista), pero es
difícil decir quién fue el vencedor. ¿Europa Occidental? ¿Estados Unidos?
¿Japón? ¿Todos ellos? El caso es que la derrota del "imperio del mal"
(Reagan y Thatcher dixit) significó la apertura de nuevos mercados sin nuevo
dueño. Correspondía, por tanto, luchar para tomar posesión de ellos,
conquistarlos.
No sólo eso, el fin de la "Guerra
Fría" trajo consigo un nuevo marco de relaciones internacionales en el que
la lucha nueva por esos nuevos mercados y territorios produjo una nueva guerra
mundial, la IV. Esto obligó, como en todas las guerras, a una redefinición de
los Estados Nacionales. Y más allá de la redefinición de los Estados Nacionales,
el orden mundial volvió a las viejas épocas de las conquistas de América,
Africa y Oceanía. Extraña modernidad esta que avanza hacia atrás, el atardecer
del siglo XX tiene más semejanzas con sus brutales centurias antecesoras que
con el plácido y racional futuro de algunas novelas de ciencia-ficción. En el
mundo de la Posguerra Fría vastos territorios, riquezas y, sobre todo, fuerza
de trabajo calificada, esperaban un nuevo amo...
Pero uno es el puesto de dueño del mundo,
y varios son los aspirantes a serlo. Y para lograrlo se desata otra guerra,
pero ahora entre aquellos que se autodenominaron el "imperio del
bien".
Si la III Guerra Mundial fue entre el
capitalismo y el socialismo (liderados por los Estados Unidos y la URSS
respectivamente), con escenarios alternos y diferentes grados de intensidad; la
IV Guerra Mundial se realiza ahora entre los grandes centros financieros, con
escenarios totales y con una intensidad aguda y constante.
Desde el fin de la II Guerra Mundial hasta
1992, se han librado 149 guerras en todo el mundo. El resultado, 23 millones de
muertos, no deja dudas de la intensidad de esta III Guerra Mundial. (datos de
UNICEF).
Desde las catacumbas del espionaje
internacional hasta el espacio sideral de la llamada Iniciativa de Defensa
Estratégica (la "Guerra de las Galaxias" del cowboy Ronald Reagan);
desde las arenas de Playa Girón, en Cuba, hasta el Delta del Mekong, en
Vietnam; desde la desenfrenada carrera armamentista nuclear hasta los salvajes
golpes de Estado en la dolorosa América Latina; desde las ominosas maniobras de
los ejércitos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte hasta los
agentes de la CIA en la Bolivia del asesinato del Che Guevara; la mal llamada
"Guerra Fría" alcanzó altas temperaturas que, a pesar del continuo
cambio de escenario y el incesante sube-y-baja de la crisis nuclear (o
precisamente por esto), acabaron por fundir al campo socialista como sistema
mundial, y lo diluyeron como alternativa social.
La III Guerra Mundial mostró las bondades
de la "guerra total" (en todas partes y en todas las formas) para el
triunfador: el capitalismo. Pero el escenario de posguerra quedó perfilado, de
hecho, como un nuevo teatro de operaciones mundial: grandes extensiones de
"tierra de nadie" (por el desfonde político, económico y social de
Europa del Este y de la URSS), potencias en expansión (Estados Unidos, Europa
Occidental y el Japón), crisis económica mundial, y una nueva revolución
tecnológica: la informática. "De la misma forma que la revolución industrial
había permitido el remplazo del músculo por la máquina, la actual revolución
informática apunta al remplazo del cerebro (al menos de un número cada vez más
importante de sus funciones) por la computadora. Esta "cerebralización
general" de los medios de producción (lo mismo en la industria que en los
servicios) es acelerada por la explosión de nuevas investigaciones en las
telecomunicaciones y por la proliferación de los cybermundos." (Ignacio Ramonet. "La
planété des désordres" en "Géopolitique du Chaos." Maniére de
Voir 3. Le Monde Diplomatique (LMD). Abril de 1997.)
El rey supremo del capital, el financiero,
empezó entonces a desarrollar su estrategia guerrera sobre el nuevo mundo y
sobre lo que quedaba en pie del viejo. De la mano de la revolución tecnológica
que ponía al mundo entero, por medio de una computadora, en sus escritorios y a
su arbitrio, los mercados financieros impusieron sus leyes y preceptos a todo
el planeta. La "mundialización" de la nueva guerra no es más que la
mundialización de las lógicas de los mercados financieros. De rectores de la
economía, los Estados Nacionales (y sus gobernantes) pasaron a ser regidos, más
bien teledirigidos, por el fundamento del poder financiero: el libre cambio
comercial. Y no sólo eso, la lógica del mercado aprovechó la
"porosidad" que, en todo el espectro social del mundo, provocó el
desarrollo de las telecomunicaciones, y penetró y se apropió todos los aspectos
de la actividad social. ¡Por fin una guerra mundial totalmente total!
Una de las primeras bajas de esta nueva
guerra es el mercado nacional. Como una bala disparada dentro de un cuarto
blindado, la guerra iniciada por el neoliberalismo rebota de uno a otro lado y
hiere a quien la disparó. Una de las bases fundamentales del poder del Estado
capitalista moderno, el mercado nacional, es liquidado por el cañonazo de la
nueva era de la economía financiera global. El capitalismo internacional cobra
algunas de sus víctimas caducando los capitalismos nacionales y adelgazando,
hasta la inanición, los poderes públicos. El golpe ha sido tan brutal y
definitivo que los Estados nacionales no disponen de la fuerza necesaria para
oponerse a la acción de los mercados internacionales que transgrede los
intereses de ciudadanos y gobiernos.
El cuidado y ordenado escaparate que se
suponía heredaba el fin de la "Guerra Fría", el "nuevo orden
mundial", pronto se ve hecho añicos por la explosión neoliberal. El
capitalismo mundial sacrifica sin misericordia alguna a quien le dio futuro y
proyecto histórico: el capitalismo nacional. Empresas y Estados se derrumban en
minutos, pero no por las tormentas de las revoluciones proletarias, sino por
los embates de los huracanes financieros. El hijo (el neoliberalismo) devora al
padre (el capitalismo nacional), y de paso destruye todas las falacias
discursivas de la ideología capitalista: en el nuevo orden mundial no hay ni
democracia, ni libertad, ni igualdad, ni fraternidad.
En el escenario mundial producto del fin
de la "Guerra Fría" sólo se percibe un nuevo campo de batalla y en
éste, como en todo campo de batalla, reina el caos.
A finales de la "Guerra Fría",
el capitalismo crea un nuevo horror bélico: la bomba de neutrones. La
"virtud" de esta arma es que sólo destruye la vida y respeta las
construcciones. Ya se podían destruir ciudades enteras (es decir, sus
habitantes) sin que fuera necesario reconstruirlas (y pagar por ello). La
industria armamentista se felicitó a sí misma, la "irracionalidad" de
las bombas nucleares era suplantada por la nueva "racionalidad" de la
bomba de neutrones. Pero una nueva "maravilla" bélica será
descubierta a la par del nacimiento de la IV Guerra Mundial: la bomba
financiera.
Porque la nueva bomba neoliberal, a
diferencia de su antecesora atómica en Hiroshima y Nagasaki, no sólo destruye
la polis (la Nación en este caso) e impone la muerte, el terror y la miseria a
quienes la habitan; o, a diferencia de la bomba de neutrones, no sólo destruye
"selectivamente". La neoliberal, además, reorganiza y reordena lo que
ataca y lo rehace como una pieza dentro del rompecabezas de la globalización
económica. Después de su efecto destructor, el resultado no es un montón de
ruinas humeantes, o decenas de miles de vidas inertes, sino una barriada que se
suma a alguna de las megápolis comerciales del nuevo hipermercado mundial y una
fuerza de trabajo reacomodada en el nuevo mercado de trabajo mundial.
La Unión Europea, una de las megápolis
producto del neoliberalismo, es un resultado de la presente IV Guerra Mundial.
Aquí, la globalización económica logró borrar las fronteras entre Estados
rivales, enemigos entre sí desde hace mucho tiempo, y los obligó a converger y
plantearse la unión política. De los Estados Nacionales a la federación
europea, el camino economicista de la guerra neoliberal en el llamado
"viejo continente" estará lleno de destrucción y de ruinas, una de
ellas será la civilización europea.
Las megápolis se reproducen en todo el
planeta. Las zonas comerciales integradas son el terreno donde se erigen. Así
ocurre en América del Norte, donde el Tratado de Libre Comercio para América
del Norte ("NAFTA" por sus siglas en inglés) entre Canadá, los
Estados Unidos y México no es más que el preludio del cumplimiento de una vieja
aspiración de conquista estadounidense: "América para los
americanos". En América del Sur se camina en igual sentido con el Mercosur
entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En Africa del Norte, con la Unión
del Maghreb árabe (UMA) entre Marruecos, Algeria, Tunez, Libia y Mauritania; en
Africa del Sur, en el Cercano Oriente, en el Mar Negro, en Asia Pacífico, etc.,
en todo el planeta explotan las bombas financieras y se reconquistan
territorios.
¿Las megápolis sustituyen a las naciones?
No, o no sólo. También las incluyen y les reasignan funciones, límites y
posibilidades. Países enteros se convierten en departamentos de la megaempresa
neoliberal. El neoliberalismo opera así la DESTRUCCIÓN / DESPOBLAMIENTO por un
lado, y la RECONSTRUCCIÓN / REORDENAMIENTO por el otro, de regiones y de
naciones para abrir nuevos mercados y modernizar los existentes.
Si las bombas nucleares tenían un carácter
disuasivo, intimidatorio y coercitivo en la III Guerra Mundial, en la IV
conflagración mundial no ocurre lo mismo con las hiperbombas financieras. Estas
armas sirven para atacar territorios (Estados Nacionales) destruyendo las
bases materiales de su soberanía nacional (obstáculo ético, jurídico, político,
cultural e histórico contra la globalización económica) y produciendo un despoblamiento cualitativo
en sus territorios. Este despoblamiento consiste en prescindir de todos
aquellos que son inútiles para la nueva economía de mercado (por ejemplo los
indígenas).
Pero, además, los centros financieros
operan, simultáneamente, una reconstrucción de los Estados
Nacionales y los reordenan según la nueva lógica
del mercado mundial (los modelos económicos desarrollados se imponen sobre
relaciones sociales débiles o inexistentes).
La IV Guerra Mundial en el terreno rural,
por ejemplo, presenta este efecto. La modernización rural, que exigen los
mercados financieros, trata de incrementar la productividad agrícola, pero lo
que consigue es destruir las relaciones sociales y económicas tradicionales.
Resultado: éxodo masivo del campo a las ciudades. Sí, como en una guerra.
Mientras tanto, en las zonas urbanas se satura el mercado de trabajo y la
distribución desigual del ingreso es la "justicia" que espera a
quienes buscan mejores condiciones de vida.
De ejemplos que ilustran esta estrategia
está lleno el mundo indígena: Ian Chambers, director de la Oficina para
Centroamérica de la OIT (de las Naciones Unidas), declaró que la población
indígena mundial, calculada en 300 millones, vive en zonas que tienen el 60% de
los recursos naturales del planeta. Así que "no
sorprenden los múltiples conflictos por el uso y destino de sus tierras
alrededor de los intereses de gobiernos y empresas. (...)
La explotación de recursos naturales (petróleo y minería) y el turismo son las
principales industrias que amenazan los territorios indígenas en América" (entrevista de Martha García en
"La Jornada". 28 de mayo de 1997).
Detrás de los proyectos de inversión vienen la polución, la prostitución y las
drogas. Es decir, se complementan destrucción / despoblamiento y reconstrucción
/ reordenamiento de la zona.
En esta nueva guerra mundial, la política
moderna como organizadora del Estado Nacional no existe más. Ahora la política
es sólo un organizador económico y los políticos son modernos administradores
de empresas. Los nuevos dueños del mundo no son gobierno, no necesitan serlo.
Los gobiernos "nacionales" se encargan de administrar los negocios en
las diferentes regiones del mundo.
Este es el "nuevo orden
mundial", la unificación del mundo entero en un solo mercado. Las naciones
son tiendas de departamentos con gerentes a manera de gobiernos, y las nuevas
alianzas regionales, económicas y políticas, se acercan más al modelo de un
moderno "mall" comercial que a una federación política. La
"unificación" que produce el neoliberalismo es económica, es la unificación
de mercados para facilitar la circulación de dinero y mercancías. En el
gigantesco hipermercado mundial circulan libremente las mercancías, no las
personas.
Como toda iniciativa empresarial (y de
guerra), esta globalización económica va acompañada de un modelo general de
pensamiento. Sin embargo, entre tantas cosas nuevas, el modelo ideológico que
acompaña al neoliberalismo en su conquista del planeta tiene mucho de viejo y
mohoso. El "american way of life" que acompañó a las tropas norteamericanas
en la Europa de la II Guerra Mundial, en el Vietnam de los 60´s, y, más
recientemente, en la Guerra del Golfo Pérsico, ahora va de la mano (o más bien
de las computadoras) de los mercados financieros.
No se trata sólo de una destrucción
material de las bases materiales de los Estados Nacionales, también (y de
manera tan importante como poco estudiada) se trata de una destrucción
histórica y cultural. El digno pasado indígena de los países del continente
americano, la brillante civilización europea, la sabia historia de las naciones
asiáticas, y la poderosa y rica antigüedad del África y Oceanía, todas las
culturas y las historias que forjaron naciones son atacadas por el modo de vida
norteamericano. El neoliberalismo impone así una guerra total: la destrucción
de naciones y grupos de naciones para homologarlas con el modelo capitalista
norteamericano.
Una guerra pues, una guerra mundial, la
IV. La peor y más cruel. La que el neoliberalismo libra en todas partes y por
todos los medios en contra de la humanidad.
Pero, como en toda guerra, hay combates,
hay vencedores y vencidos, y hay pedazos rotos de esa realidad destruida. Para
intentar armar el absurdo rompecabezas del mundo neoliberal hacen falta muchas
piezas. Algunas se pueden encontrar entre las ruinas que esta guerra mundial ha
dejado ya sobre la superficie planetaria. Cuando menos 7 de esas piezas pueden
reconstruirse y alentar la esperanza de que este conflicto mundial no termine
con el rival más débil: la humanidad.
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