viernes, 16 de mayo de 2014

¿Donde esta el toque Jamaiquino? Reggae Rastafarismo y la Cultura Rasta en México.

¿DONDE ESTA EL TOQUE JAMAIQUINO? REGGAE, RASTAFARISMO Y LA CULTURA RASTA EN MEXICO
Carolina Benavente Morales
Dra. (c) en Estudios Americanos
Universidad de Santiago de Chile
Cbenavem gmail.com
Resumen: Presentamos en estas paginas una breve trayectoria de la cultura rasta en México desde el punto de vista de las relacione entre música reggae y el rastafarismo. Mientras un autor anglófono como Andrew Ross plantea que el “regreso” del rastafarismo constituye una influencia nociva, “retrograda”, para el reggae, en México autores como Rossana Reguillo y Rogelio Marcial parecen más bien interrogar esta creencia como depositaria de nuevas representaciones colectivas a nivel “planetario”.  Sostenemos en este sentido que si la cultura rasta se reconstituye en un nuevo plano de funcionamiento, lo hace de acuerdo con un movimiento espacial y temporal que descansa sobre el reggae tanto como sobre el rastafarismo. Su propagación hacia México se lleva a cabo a través de un largo proceso de propagación cultural donde el reggae, al abrirle la puerta a la cultura rasta, termina también por desplegar el rastafarismo.  
Palabras claves: Reggae/rastafarismo/México

Cultura, música y creencia

Mientras en los estudios anglófonos sobre la cultura juvenil rasta, originaria de la isla de Jamaica de los 1960, se tiende a mirar con recelo el actual re-acercamiento del reggae al rastafarismo en la isla (Ross, 1999), en nuestros países y en particular en México, el rastafarismo  constituye mas bien un elemento a interrogar en búsqueda de nuevos sentidos colectivos que funcionan a nivel “planetario” (Reguillo, 2000; Marcial, 2002).
La desconfianza de un autor como Ross respecto de esa creencia tiene fundamentos. En el contexto del “reajuste estructural”, el rastafarismo habría perdido su atemorizante impronta apocalíptica para transformarse en una religión convencional que, simplemente, parece aplazar el momento de la redención histórica –es decir, la idea del retorno efectivo a áfrica. El efecto nocivo se produce respecto del reggae concebido como elemento capaz de aglutinar identidades tradicionalmente en conflicto (Gilroy, 1985), puesto que antes del regreso del “roots reggae”, el reggae “a secas” prometía cruzar, además de barreras de clase y raciales, barreras de genero.
Basándonos en Édouard Glissant, la emergencia de una cultura rasta en México nos sugiere más bien que la autonomía adquirida por el reggae en cierto momento fue tal para que la unidad se reconstituyera sobre otras bases, aún más amplias, luego del largo periplo metropolitano. La cultura rasta no puede desmarcarse de su pertenecía a un sistema de culturas juveniles / populares diversas donde ella, a través de los elementos éticos y estéticos que le son propios, desempeña un papel que le es particular.
 A través del rastafarismo, incorpora una referencia fundamental a la relación entre pasado, presente y porvenir; pero sobre la base del movimiento del reggae, que implica una permanente apertura al “otro”. Del mismo modo, no cree en la vía violenta porque la estima inhumana e inefectiva, pero sin dejar por ello de confiar en que terminará “cantando abajo” a Babylon, la metáfora bíblica de la civilización occidental (“que es un proyecto, no un lugar”, recuerda Glissant) (Benavente, 2005 a).
A partir de una breve investigación en terreno realizada en ciudad de México entre los años 2002-2003 y que fue complementada con búsqueda de material mas reciente en internet, nuestra intención en relación a lo señalado es contribuir a rastrear la manera en que el reggae se abre paso en la sociedad mexicana y ligado a el lo hace el rastafarismo.
           Primeros acordes
El primer contacto de los jóvenes mexicanos con el reggae se produce a través de imbricados flujos culturales que, de una u otra forma, incorporan la mediación metropolitana. Unos van de Latinoamérica a las metrópolis y conciernen a emigrantes económicos, así como a viajeros “clasemedieros” por motivos de turismo, estudios, negocios. Otros van en sentido inverso e incluyen, junto con estos últimos, a las industrias culturales. Con Bob Marley The Wailers alcanzando los primeros lugares de popularidad en Europa y los Estados Unidos a partir de 1973 (Reggae Archives, 2005), el reggae ya comienza a ser conocido por ciertos círculos juveniles durante los años setenta. Aunque los grandes medios logran mayor visibilidad, la micro- difusión generada por los viajeros individuales al volver a al llegar a México con nuevas propuestas musicales siempre resulta significativa; mas aun cuando logra encauzarse en canales de comunicación alternativos.
Son conocidas las importantes restricciones impuestas en México a la difusión del rock desde el Festival de Avándaro, en 1971, privilegiándose la producción lingüística y culturalmente hispano- hablante y con menores implicaciones a nivel social y moral. Además se desencadena el año 1982 una crisis económica grave que no favorece el consumo cultural. El rock, en la sociedad mexicana, es una expresión mas bien marginal y subterránea (Urteaga, 1998), pero logran sin embargo subsistir canales independientes, por ejemplo una revista como Conecte, creada en 1974 y de circulación nacional (“General Arcadio Cobaya”, 2005), o una radio AM como XERG 690, de Monterrey, que programa temas en ingles dedicándole una hora al rock (Martínez-Garza, SF).
Se realizan muy pocos conciertos masivos en esos años, pero uno de ellos es el de The Police en Ciudad de México en 1980 (Quinteros, 1999). Inserta en el amplio movimiento de renovación musical y cultural que constituye la New Wave británica, esta banda que llega “(definir) la esencia del pop en los ochenta” (Quinteros, 1999), hace del sonido reggae el eje de sus creaciones. Es por admiración a The Police que Sombrero Verde –después Maná-, de Guadalajara, incorpora los primeros acordes de reggae en el rock mexicano “clasemediero”, siendo luego seguida por Pedro y las Tortugas, Los amantes de Lola o Ritmo Peligroso, que todavía no generan hacia ese ritmo una dedicación exclusiva (Cabuto, 2002). Mientras tanto, con los retazos de cultura rockera aprendidos por aquí y por allá, los “chavos banda” están creando su “collage” característico de blues, break, punk y metal (Valtierra y Leòn Diez, 1985).
Playa y reggae: el giro caribeño
El reggae conoce un nuevo impulso gracias a la estación radial “Rock 101” que, pese a su corta existencia (1984-1996), constituye todo un hito en la radiofonía cultural mexicana (Sosa, 1996). Según recuerda Ramón Ortiz, Rock 101, junto con incluirlo en su programación habitual, le dedica un espacio exclusivo llamado “Off Beat”, conducido por Cecilia Pérez Gazga –recién llegada de Nueva York. El giro hacia una identificación del reggae con el Caribe se hace notorio cuando el programa incorpora la salsa, hecho insólito tratándose de una FM, puesto que la música tropical se asimila al gusto de la “naquiza” 1. Mas aun, luego Rock 101 le dedica a este estilo el programa “Salsabadeando”, que proyecta la estación hacia nuevos sectores populares (Ortiz, SFa).
 Aunque perfilada sobre una realidad de inmigración que incorpora confluencias en el ámbito del “Atlántico negro”, la conexión efectiva con el Caribe todavía resulta muy marginal en esos años. En Ciudad de México, por ejemplo, se rememora la existencia de un casete de “música de Jamaica” introducido por un doctor haitiano emigrado hacia 1979 (Cabuto, 2002) y, mas adelante, en Guadalajara, se releva la influencia de brasileños que permanecen en el país luego del Mundial de Fútbol de 1986 (Marcial, 2002: 163). Ya hacia fines de los 1980, la conexión se hace mas concreta, registrándose presentaciones de una banda jamaiquina de reggae llamada Chalice en el Festival Cervantino de Guanajuato y en el auditorio Nacional (Ortiz, SFb).
 El reggae se proyecta hacia el Caribe, pero asociado mas bien a los “baby-boomers” que persiguen en el un “lugar de fantasía espiritual” (Ross, 1999: 81). En Cancún, ciudad enteramente planificada y construida en los años 1970 para fines de desarrollo turístico (Torres Maldonado, 2000: 169), el reggae se elabora sobre una combinación simbólica de playa y rock que es decisiva en su evolución posterior. Ante la crisis de la deuda externa que azota al país a contar de 1982, Cancún constituye un paraíso no solamente natural, sino también económico, atrayendo a algunos jóvenes desde el DF en busca de placer y dinero. Es allí donde se crea la primera banda mexicana de reggae, Splash –integrada por músicos mexicanos al disolverse The Raising Sunsplash-, a instancias de una alemana, Mónica Kessler 2, que se instala en Cancún en proveniencia de Jamaica.

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1 Término despectivo de connotaciones sociales y raciales con el que se designa a los sectores populares en México.
2 Estamos solamente suponiendo como puede escribirse este nombre.

  Los seguidores de Splash se reúnen alrededor de 1986-87 en un lugar llamado “Brujos” y la banda inclso participa en el tradicional festival jamaiquino The Reggae Sunsplash en 1990 (Cabuto, 2002; Papa Pilgrim, 1990). Se desarrolla asimismo un movimiento de reggae en el DF, con la banda Los Rastrillos, creada en 1989, como pionera. Junto con otras agrupaciones como los Signos Distantes, Tequila y Los Olvidados, ellos participan de los festivales de reggae y rock que tienen lugar en Tulum y playa del Carmen a comienzos de los 1990 y cuyos asistentes, del orden de las 3.000 a las 4.000 personas, son principalmente extranjeros (Cabuto, 2002; Nacho, 2003; Sergio Julian, 2002). Pero el reggae mexicano todavía es tan marginal que ni siquiera “Off Beat” le da cabida (Ortiz, SFa).
 La consolidación de una cultura rasta a partir dl giro caribeño tiene lugar a través de los contactos sostenidos entre jóvenes de diferentes ciudades, colonias y culturas juveniles de origen. En el contexto del progresivo despertar de la conciencia ciudadana mexicana a partir del terremoto de 1985, cuyas expresiones mas conocidas son el levantamiento del EZLN y el derrocamiento del PRI, esto favorece la creación de asociaciones y redes de colaboración que van fortaleciendo el movimiento rasta y vinculándolo a la sociedad.
 Con el tiempo, se perfilan sin embargo en Ciudad de México dos circuitos diferenciados, que solo colaboran ocasionalmente: el de los músicos del sector sur, quienes dan lugar al Festival Razteca, y el de los deejays del sector norte-centro, quienes se reagrupan en la hermandad Rasta (Nacho, 2003). Esta diferenciación es artística en un sentido técnico y tecnológico, puesto que implica maneras distintas de hacer música: el músico en principio crea temas nuevos mientras el deejay en principio anima la fiesta a partir de temas preexistentes. Es también social, puesto que el sector sur es mas opulento que el sector norte o al menos cuenta con mejor infraestructura urbana y “tradición” cultural.
El Movimiento Razteca
 Con el Festival Razteca, creado por iniciativa de los Rastrillos en 1993 para beneficiar tanto a músicos como a organizaciones sociales (Cabuto, 2002), los músicos de reggae logran generar una instancia que llega a confundirse con el mismo movimiento rasta mexicano. En el primer Festival Razteca, realizado en el mes de marzo en las canchas deportivas de la Unidad Modelo, participan las bandas Los Rastrillos, Antidoping, Walla y los Yerberos, asistiendo al alrededor de 3,000 personas (Ortiz, SFc). Un asistente recuerda:
  Así se organizo acompañados de artesanos y vecinos de esta colonia, generando no nada más un evento musical sino un concepto multidisciplinario de música, artesanía y gastronomía. Cabe mencionar que algunos vecinos no permitieron que se volviera a realizar algún evento similar en ese lugar por sus quejas ante las autoridades de que este tipo de eventos motivaba el consumo de alcohol y enervantes hacia la juventud, lo cual no era verdad (Paterson, 2004).
  El nombre de “Razteca” sugiere la idea de una fusión de la raíz “rastafari” del reggae con la raíz azteca mexicana. Se crea colectivamente en una sesión informal donde se busco darle un “buen” nombre al festival, inspirándose en el apelativo preexistente de “jipiteca”, que mezclaba “hippie” y “azteca” (Cabuto, 2002). Para algunos miembros de esta cultura, se trata verdaderamente de renovarlo bajo nuevos ropajes, lo que explica la apelación a valores de protesta “anti-industriales” y “anti-sistemicos” (Marcial, 2002).
  La relación de cierta continuidad entre el “jipiteca” y el “razteca”, permite comprender en parte la gran popularidad de esta cultura en el sector Sur de la capital.  En la feria de Coyoacán, en el año 2002, las artesanías rastas tienen un a presencia sobresaliente frente a otras, incluso las de carácter tradicional. Elementos como el peinado con dreadlocks y los colores verde, amarillo y rojo son los que tienen mayor visibilidad, pero inspiran asimismo la creación de nuevos objetos. Estos elementos, además, son usados en un marco que no tiene directamente que ver con el rasta. Es el caso de avisos que publicitan eventos musicales y culturales que, según otros parámetros, podrían calificarse de “tropicales”, aunque la referencia implícita al rasta a través de los colores en cierto modo anuncia su carácter “contracultural”.
 La identificación “afroantillana” elaborada en la fusión “razteca” se expresa en términos musicales pero en ella entran asimismo consideraciones comerciales. La Banda Los Yerberos en su inicios, a comienzos de los 1990, debe conjugar el reggae –está influenciada por Alpha Blondy- con la música “tropical” a fin de ampliar sus posibilidades de ser remunerados, tocando, por ejemplo, en fiestas de quince años. La mayor parte de las primeras composiciones de reggae mexicano son temas de fusión donde el reggae se combina con géneros tropicales, jazz y rock progresivo, y esta inclinación sigue presente hoy en día, con mezclas que en Los Yerberos se orientan a la electrónica (Hidalgo, 2001).  
  Pero las esperanzas de las primeras bandas de reggae mexicano de vivir de su creación musical se topan con serios obstáculos. Luego de una primera producción independiente, Los Yerberos firman contrato en 1995 con BMG Ariola, que ha lanzado el sello Culebra, dedicado al rock en español, pero esta iniciativa fracasa pronto. Por otra parte, ya para la Quinta versión del festival, en el año 2000, el dueño de la “Casa Rasta”, única discoteca de reggae en México DF, le gana el quien vive a los demás fundadores del festival y registra el nombre de “Razteca”. Además, incorpora para la producción a la empresa OCESA (Ortiz, SFd), que es propiedad de CIE (Corporación Interamericana de Entretenimiento), autodefinida como “líder de entretenimiento fuera de casa para los mercados de habla hispana y portuguesa en Iberoamérica, incluyendo al mercado latino de los Estados Unidos” (CIE, SF).
  El Razteca ya es un festival de gran popularidad y a su Sexta versión, a fines del año 2002, asisten pese a o anterior unas 20,000 personas para ver a bandas jamaiquinas tan relevantes como Burning Spear y Steel Pulse. Según observa con ironía en sus crónicas Ramón Ortiz, se ha transformado en un “revival de Woodstock”. La nueva situación del festival es fuertemente criticada por quienes no perciben ninguna mejora sustantiva en él y además ven con preocupación el hecho que se manipule la imagen de un evento que originalmente pretendió hacerse a beneficio de organizaciones sociales (Ortiz, SFd). Las bandas que se consolidan en esta etapa continúan subrayando el poco apoyo de los sellos a la producción local (Sergio Julián, 2002), pero la cultura rasta mexicana desarrolla nuevos recursos para seguir funcionando.
Los deejays y la Hermandad Rasta
  Para quienes se aficionan al reggae, el problema no es sólo cómo crear reggae, sino, para comenzar, cómo acceder al reggae. En efecto, para muchos de ellos este acceso a principios de los 1990 esta “vetado” (Ortiz, SFb). Esto motiva la creación de locales especializados como los de la feria de Coyoacán, el tianguis del Chopo y Tepito, cuyos dueños acumulan cantidades impresionantes de material. Por ejemplo, Javi Ras, el dueño del local del Chopo, posee en el año 2002 la mayor colección de discos de reggae en México, con alrededor de 5,000 títulos, sin contar los ejemplares vendidos y revendidos cada fin de semana (Nacho, 2003).
 A partir de estas colecciones se organizan desde principios de los 1990 “tocadas” en casas particulares que rememoran el espíritu de los Sound Systems jamaiquinos (Ortiz, SFb). y se realizan en. Los deejays y hermandades de deejays (se menciona a “Los Gatos”, “Chilaquil”, “León de Zion” “Charly Herb”, “Jahvi Ras”,”Josue Gómez”, “Nacho Miller”, Roberto, “Carlos”, “José”, “Javi Dread”, etc.) conforman una agrupación mayor, Hermandad Rasta, que funciona hasta el dia de hoy, aunque dividida por problemas entre los miembros originales. A veces en colaboración con músicos, ellos organizan tocadas y fiestas en diferentes locales (se mencionan La Diabla, Rock Stock, Tropicoso, el Ombligo, Babel, El Hoyo Rasta, El Kingston, Raza Rasta, Mamá África…), donde los ciclos de presentaciones son por lo general de corta vida (Cerón, 2002; Vanesa, 2002; Nacho, 2003).
 Más que los grandes festivales que comienzan a multiplicarse, los locales y las “tocadas” constituyen instancias de contacto permanente (hebdomadarias y en general como “tardeadas”) entre los miembros de la cultura que esta emergiendo y, sobre todo, permiten experimentar más genuinamente el espíritu del “ghetto”. En ellas se lleva a cabo el intercambio de artículos relacionados con la música y la indumentaria, así como de fanzines, micro-medios de comunicación que son fotocopiados en su mayor parte y que siempre tienen corta vida (Sergio Julián, 2002).
 Para muchas mujeres jóvenes representan asimismo espacios de libertad y respeto.
(Vanesa, 2002; Ariana y Guadalupe, 2002). Aunque siguiendo el estilo rasta (telas coloridas y mas bien largas y “guangas”, grandes pañuelos alrededor de la cabeza), ellas no dejan de “arreglarse” como lo hacen en general las demás mexicanas. Algunas manifiestan en sus movimientos una total posesión de sus cuerpos, al bailar solas ocupando a veces ampliamente la pista.
  Rastafar I: del “otros” al “nosotros”
 Los miembros de la cultura rasta conocidos durante nuestra investigación en terreno en su mayor parte se muestran incrédulos ante una propuesta de identidad “razteca” de fusión. Sin embargo, tampoco se identificaban con el rastafarismo y en algunos casos lo conocen a un nivel muy básico. Rasta es sinónimo de “paz”, “amor”, “respeto”, “tolerancia”, “no discriminación”; se desliza en menor medida la equivalencia de Babylon con “el gobierno de la ciudad”, la “injusticia”, “la desigualdad”… Los rastafaris son considerados como un “otros” y no como un “nosotros”; se enfatizan los valores de las raíces, la unidad y la sensualidad por sobre los de la redención y la protesta, (Benavente, 2005a). La apropiación de esta creencia por sectores juveniles no negros parece en principio incompatible con un nacionalismo mexicano que también se expresa en el rock y que se nutre de la raíz indígena (Martínez-Figueroa, 2001; Urteaga Castro-Pozo, 2000). Esto permite comprender porqué, al explicar la escasa repercusión social del reggae mexicano, sus aficionados señalen que de todas maneras para hacer buen reggae hay que ser negro; y también por que el rastafarismo es incorporado en este país años después que por ejemplo en Chile.
 En efecto, se producen cambios en el último tiempo. La internet y la posibilidad de difundir y acceder en ella a contenidos de la cultura rasta son determinantes en la posibilidad de constituir una cultura relativamente hateronómica respecto de la cultura “nacional”. Junto a las páginas  Web de las bandas musicales, se crean numerosos sitios de comunidad donde los aficionados se informan y “chatean” sobre temas de su interés. La Natty Radio es difundida por internet y crece, generando el importante sitio “reggae. Com.mx”. Se generan intercambios a nivel latinoamericano y mundial que también se materializan en encuentros concretos que tienen lugar en festivales y giras. El desarrollo tecnológico permite la aparición de nuevos modos de hacer música que diluyen las fronteras entre músicos y deejays, al permitir la libre vocalización sobre bases electrónicas que se dan por ejemplo en el estilo raggamuffin o “vagabundo”, que permite crear y actuar con independencia de una banda.
  La cultura rasta comienza a ser asimilada de otra manera por las más nuevas generaciones. Para quienes hoy bordean los 20 años, la asimilación del rastafarismo compromete una dimensión espiritual cada vez mas marcada y crecen las alusiones y reverencias a Jah Rastafari Haile Selassie, al tiempo que se cuestiona la necesidad de hacer música de fusión (se trata de un músico de Guadalajara) (Jah Fabio, 2003). Son estos jóvenes quienes organizan en la Escuela Nacional de Antropología e Historia –ENAH- el foro “Rastreando el reggae”, realizado entre el 20 y el 24 de octubre de 2003, 3. Más todavía, ahora también hay representantes mexicanos en la Primera Cumbre Rastafari de la Diáspora en el Mundo Hispano, celebrada en Panamá en mayo de 2005.
Al interrogar su pasado desde una memoria personal y colectiva que incorpora la diáspora africana como referencia concreta, estos jóvenes comienzan a elaborar formas de hacer reggae que conllevan nuevos modos de convivir con las colectividades del “Allá”, descubriendo progresivamente en que consiste el “toque jamaiquino”.
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Cabuto, Miguel. 2002.
3 Agradecemos a Edgar Morín el avisarnos de la realización de este foro.
 Entrevista personal en sector Barranca del Muerto. Ciudad de México, 12 de diciembre.
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